domingo, 22 de junio de 2008

Los ecos de Emma.

De momento es lo único que podéis leer mío de narrativa, es un género que no termino de saber manejar.
También aprovecho para decir que tengo esto bastante abandonado, pero me encuentro en medio de un parón artístico enorme... Pero ya volverán las letras a mi vera...
Os dejo con el cuentecillo.




LOS ECOS DE EMMA


Emma entreabrió los ojos, una fuerte luz penetraba a través de sus retinas. Le dolía la cabeza, tenía aún el sabor a vómito y whisky en la boca, su estómago podía ser perfectamente una bomba atómica.

En cuanto consiguió recuperar la visión totalmente atónita se dio cuenta de que aquello no era su casa. Encima suyo se alzaban altos árboles y aún por encima de ellos un precioso cielo azul, el cual surcaba una bandada de pájaros. Se puso en pié de un certero salto, pero se mareó y cayó estrepitosamente al suelo. Aturdida por el golpe se incorporó, ahora lentamente. A su alrededor no había más que árboles y árboles, un suelo regado de verdes briznas de hierba y flores multicolor creciendo salvajes. De nuevo quiso levantarse y esta vez, más precavida que la anterior, lo consiguió.

¿Por qué estaba en medio de un bosque desconocido completamente sola? ¿Qué había hecho la noche anterior? ¿Tan borracha se había puesto? Su ropa estaba sucia y desgarrada, notaba el maquillaje aferrado a su piel y el humo todavía inundaba sus pulmones. En la garganta el resquemor de la gota ácida que le había dejado la última raya de cocaína perduraba, como impidiendo que se olvidara de su irresponsabilidad. ¿Cuántas veces se había prometido no mezclar drogas? ¿Cuántas otras –en un atisbo de fe- se había jurado y perjurado no volver a consumir? Como cada lunes comenzó su arrepentimiento, y con la tranquilidad de saberse completamente sola, empezó a pensar de viva voz:

- Soy una acabada, una acabada. Desde los quince años que empecé a coquetear con el alcohol y la marihuana, creyéndolo un juego, hasta ahora, que tengo veinticinco… ¡Dios mío, tengo veinticinco años! ¡Veinticinco y ya estoy destrozada por tomar todo tipo de mierdas! En estos diez años todo ha ido de mal en peor, y de los supuestos buenos momentos ni siquiera me acuerdo. Siento como si estuviera cayendo en picado, y no hubiera paracaídas posible. Y ahora… ¿qué porquería fue la que me tomé ayer para acabar aquí, en medio de la nada? –a medida que avanzaba su peculiar monólogo aumentaba la rabia consigo misma- Desde aquí no alcanzo a ver la ciudad. ¡Y qué horrible resaca! Me huele la ropa a perros muertos, a saber en que antro me metería, o con que borracho me revolcaría… ¿Y ahora qué hago? ¿Cómo salgo de aquí?
- La llave que abre la puerta al averno ya la tienes entre tus manos, busca la que te de paso al paraíso… -con un susurro fantasmagórico que resonó por todos lados acompasado con los chirridos de las hojas de los árboles, le hablé.
- ¿Quién habló? ¿Quién está ahí? ¡Sal de dondequiera que estés! –ella miraba hacia todos lados intentando adivinar la procedencia de mi extraña voz.
- Necia, no preguntes quién soy yo, no hasta que sepas quién eres tú. Cuestiónate los motivos que te han llevado a amanecer aquí. ¡Yo no soy! ¡Yo soy tú! En este lugar no existe el yo.
- ¡No juegues conmigo! ¡No me gustan las adivinanzas! ¡Sal!

Yo me quedé en total silencio, Emma estaba encolerizada, pero tras una breve e incómoda pausa en la conversación, su faz empalideció, y musitó con un hijo de voz temblorosa, muestra de que el pánico la había acogido en sus brazos:

- Me estás asustando. Descúbrete, por favor. Quiero salir de aquí, si me ayudaras te podría compensar. Ahora mismo, en este lugar no tengo dinero, pero si me sacaras de aquí y me acompañaras a casa, te pagaría, tengo mucho dinero y…
- ¡Basta! –mi voz se tornó en este punto de la discusión imponente y estruendosa- ¿Crees que me puedes comprar? ¿Crees acaso que tu dinero puede librarte de cualquier mal? ¿Cuándo aprenderás que no todo tiene un precio en esta vida? Crees que puedes comprar tu felicidad con dinero. Cada noche acudes al peor barrio de la ciudad, por un módico precio adquieres tus drogas de diseño, sales, conoces gente de la que, a la mañana siguiente, ya no te acuerdas, ríes, festejas… ¿Pero qué festejas? ¿Seguir con vida? ¿Acaso la vida que llevas es vida? Te corrompes tú sola, Emma.
- ¡Calla! ¡Dime ahora mismo porqué sabes tantas cosas de mí!
- Tranquilízate, y aminora tu carácter, no estás en la situación idónea para tener exigencias y aires de diva. No te haré daño, bastante daño te haces tú sola.
Sé muchas más cosas de ti. Sé que los pinchazos de tu brazo no son por una analítica precisamente. Sé que ese corte de tu muñeca no te lo hiciste sin querer. Sé, de hecho, más cosas de ti que las que sabes tú misma. Sé que tu conducta depresiva es la que te empuja a las drogas, y a su vez esa conducta fue impulsada por tu padre, al abandonarte tras pegarle una paliza a tu madre, la que se la llevó a la tumba. También sé que niegas ser una drogadicta, pese a que en este preciso momento estás echando en falta que una aguja atraviese tu piel, o que unos polvos “mágicos” viajen vía nasal a tu cerebro.
- ¡Calla! ¡He dicho que te calles! ¡No quiero oírte más!


Dicho esto la atormentada muchacha comenzó a correr bosque a través, queriendo escapar de mi implacable reprimenda, pero allá donde iba, allá se encontraba conmigo, reprochándola, torturándola, echándola en cara su conducta, volviéndola aún más loca.

Se encapotó el cielo, azabaches nubes secuestraron al sol, dejando el paraje sombrío y espeluznante. Las flores se marchitaban por allí por donde Emma pisaba. La arboleda se agitaba amenazándola violentamente con sus ramas. Ella, entre llantos y súplicas de silencio, seguía corriendo.

Pero no, yo no la podía dejar en paz, no hasta que de verdad entendiera el porqué de todo aquello, no hasta que estuviera totalmente seguro de que no acosaría más su vida. A fin de cuentas si no era yo quien hacía eso por ella, ¿quién lo iba a hacer? Unos me llaman conciencia, otros locura, otros las estúpidas voces de la cabeza. Yo tan solo soy ellos, soy lo que saben que deben hacer y sin embargo no saben como, soy el guía que presta la linterna cuando la oscuridad invade sus caminos. Y ninguno de ellos me lo agradece, pero soy fiel, soy sufridor resignado, debo hacerlo.

Emma entreabrió los ojos, una fuerte luz penetraba a través de sus retinas. Le dolía la cabeza, tenía aún el sabor a vómito y whisky en la boca, su estómago podía ser perfectamente una bomba atómica.

En cuanto consiguió recuperar la visión totalmente atónita se dio cuenta de que aquello no era su casa. Estaba en el hospital, había sufrido una sobredosis.

domingo, 25 de mayo de 2008

Presentación tardía.

Bueno, este proyecto de blog lo vengo incubando desde hace tiempo, pero por pereza y falta de medios no me decidía, hasta que al fin pegué el empujón, y aquí está.
Aun no lo manejo del todo bien, y me falta por modificarle alguna que otra cosa, pero a fin de cuentas pocos aburridos serán los que indaguen por este mundillo blogístico.
Espero críticas, por favor.

No creo que actualice muy seguidamente, por falta de tiempo y esas cosas, pero cada vez que actualice subiré quizá varios textos.

Para los interesados también tengo fotolog (www.fotolog.com/shakespearemeama) pero muchos de los escritos están en común en ambos sitios.

Ya no molesto, seguid atentos.

Bailemos.

Antes de dejaros el texto quiero decir algo, es una medio prosa medio poesía, es una fusión difícil de hacer y que no siempre queda bien; sin embargo, a mí me gusta hacerla, pese a que no la domino. Así que pido comprensión.
Gracias.





Tintineaban mis legañas al parpadear y no creer lo que veían.
A ritmo de Beethoven bailaban mis ideas de pura alegría.
¿Qué era aquello que me estaba regalando el nuevo día?
¿Acaso era el motivo de la felicidad tan constante en mi vida?

Un “sí” rotundo me contestó quien a la retórica responde:
“- Esto que se te presenta es a quien antes ni por asomo conoces.
Es el amor de pura cepa que a tu corazón mantiene en trote.”
Bien afortunada sea yo, era en ese momento mi punto de enfoque.

No es, ni era, posible que se me otorgara tanta felicidad.
¿Por qué a mí si tan solo soy una burda e ignorante mortal?
El viento me respondió que hasta a los humanos se les permite amar,
Es el equilibrio que mantiene la balanza para disimular tanto mal.

Quise saber con rapidez quien era el que a amarme se atrevía.
Y ante mis ojos se presentó, era él, inconfundible ladrón de espinas,
Sin pedirme permiso agarró mi corazón enharinado, ante mí lo blandía,
Su mirada sincera me predijo que él era todo cuanto yo quería…

¡Dejémonos de poesía! Solo hace estorbar a mis inconexos pensamientos.
Quiero hablar alto, claro, que mis palabras escenifiquen la obra que los latidos de mi corazón representan. No siguen los consejos del gran Stanislavski, ni ha sido escrita por mi amado Shakespeare; sin embargo, representan mayor belleza que todos los poemas de “La generación del 27”, su musicalidad y coordinación es superior a todos los conciertos de Chopin y, sobre todo, expresan mayor pasión y amor que cualquier obra de arte antes inventada, puesto que no es efímero arte lo que difunden, sino la razón del galopar acelerado de un antes moribundo corazón.

Las musas no existen, son invenciones de viejos locos que no quieren admitir a quien aman, todo combustible de la inspiración es el sentimiento, y más aún el amor irracional. Todos los grandes artistas de la historia tienen su punto en común, eran grandes y pasionales amantes, ya sea de hombres o mujeres, de animales, de patrias o de simples paisajes, pero ante todo aman. Amen como yo lo hago, es sano ejercicio para un paupérrimo corazón.

Arrepentimiento...

Divagar, dialogar conmigo misma, valorar, sopesar sobre realmente nada, es uno de mis grandes hobbies, pero cada vez paso más tiempo pensando, y durante menos tiempo pienso en la nada.

No es mi pretensión torturar aún más mi famélico cerebro con preguntas incoherentes sobre el porqué de mis actos.

Pero no lo puedo evitar, desperdiciar largas horas pensando en la explicación a mi odiosa actitud, a mis errores y a mis triunfos -aunque predominen más los primeros- son preguntas que lanzo gritando al aire, y la respuesta me llega por debajo de mi capacidad auditiva, entonces me enfado aún más si cabe, vuelvo a preguntar porqué, y la operación se repite una y otra vez.

Realmente no me parece divertido extorsionar cada una de mis neuronas haciéndoles preguntas que no me pueden responder.

Y una vez más intentando ahorcarme con la almohada vuelvo a exponer la pregunta más repetida últimamente: ¿Qué he hecho? Sin embargo esta vez no es una de mis odiosas preguntas retóricas, si no que como si de un eco se tratase me llega la respuesta:

-Te has vuelto a dejar ganar por las emociones, has vuelto a valorar mas el aprecio hacia los demás que tu amor propio, has vuelto a pisotear tu orgullo para engrandecer el de otros, resumidamente, te has vuelto a confundir de camino, para la próxima vez busca uno en el que el carril de mayor envergadura sea para ti y no para otro.

Entonces vuelvo a formular la pregunta del millón: ¿Y porqué lo hice? A diferencia de la anterior esta se la cedo a la retórica, se la regalo al aire con la condición de que no me la devuelva.

lunes, 19 de mayo de 2008

Y ahora una obscenidad.

Ella, hecha un ovillo en el suelo tiritaba, su mirada asustada y trémula decía lo que su voz no era capaz de articular: clemencia.

Pero él no estaba dispuesto a dejarla marchar, quería meter el rock que sonaba en el cuerpo de la doncella, así que, con paso firme y alta la cabeza, se acercó.

- ¿Qué me vas a hacer?
- Introducirle un palmo de ritmo a tu cadera.- él sonreía imaginando lo que en ese cuarto iba a suceder.
- ¿Y si yo no quiero?- era una chica fuerte, se podía permitir el jugar.
- Sé que quieres.
- ¿Quién te lo ha dicho?
- Tu mirada intentando desabrocharme la bragueta.

No podía disimular más la efervescencia de sus hormonas, así que comenzó a reír dejando ver, entre sus jugosos labios teñidos de carmín rojo, la hilera de blancos nácares que conformaba su dentadura; en sus ojos era tangible el crepitar del fuego interno que tanto la abrasaba.

Ambos se miraban como si de un duelo de vaqueros se tratase, ella –haciendo alarde de su prepotencia- ponía en sus labios el cigarrillo, dejando que se escapara algo de humo, para después echarlo con suma elegancia, sabía que eso le excitaba. Él recorría una y otra vez su cuerpo con la mirada, aquellos ojos grises, tan expresivos como mentirosos, los apetecibles labios, ese escote provocador, las insinuantes curvas… Les empezó a hervir la sangre, la señorita apagó su cigarro, se terminó la copa de vino, y se fue acercando a aquel manojo de testosterona que delante tenía.

Quería ser cruel, jugar con él, “que se joda” pensaba con maldad, así que le dio un cálido y apasionado beso mientras desabrochaba los botones de su camisa, lentamente comenzó a bajar por su cuerpo, sin parar de besarle, arañarle, morderle, y sacó de las entrañas del pantalón el origen de todo el fuego de su adversario. Lo miró con deseo, se relamió y pronto le hizo desaparecer en sus fauces. Dentro, fuera. Dentro, fuera. Dejaba a la lengua dar largos paseos, en movimientos rápidos y vitales recorría una y otra vez aquél manjar de dioses incestuosos. Él jadeaba de tanta excitación, sentía que de un momento a otro aquello explotaría, y no lo podía permitir.

La asió por la cintura con fuerza, y salvajemente la tendió en el suelo y la desnudó, relamió cada milímetro de su exuberante cuerpo, no podía parar, el frenesí podía con él, se acercó peligrosamente al pubis, pero se quiso hacer rogar, quería que ella pidiera a gritos que se lo lamiera, que la penetrara. La dama era ahora una prostituta, estaba fuera de sí, le agarró la cabeza y se la llevó a donde deseaba, él jugó con su lengua cuanto quiso, con sus dedos investigaba aquel túnel cuyo destino es el clímax, y tanto lo buscó que éste tuvo que hacer su aparición, se regodeaba, le encantaba que aquello se hubiera convertido en una piscina.

Ambos pensaron que ya eran suficientes preámbulos, sabían lo que querían, así que, ¿por qué esperar más? Él entró de una vez, fuerte, rápido, y con movimientos inverosímiles hizo que los gritos se escaparan de la bella amante, gritos que llegaban hasta el cielo y volvían a ellos en un eco, retumbaban las paredes y vibraba el suelo de tales feroces embestidas que se propinaban las caderas. Él no podía contenerse, aquello iba a inundar más aún la ya inundada piscina de ella, hasta que… Hasta que salió todo, junto con un lastimero y profundo gemido.

Se miraron entre ellos, aún ahogándose y jadeantes, y comenzaron a reír a carcajadas.

- Sublime.
- Increíble, eres un salvaje.
- Tú me haces ser salvaje.
- Calla y acércame el tabaco.

Se encendió un pitillo y le dio la calada más honda que pudo, “¡qué gusto!”, pensaba. Entonces él le puso la copa en la otra mano y le cogió el cigarro. Y abrazados, desnudos, tirados en el suelo, dejaron que sus mentes y sus agotados cuerpos, se sumieran en el más placentero sueño.

Una patraña.

No seré pesimista, seré pésima, le daré el pésame al mundo, porque un alma menos circula por él, aunque no creo que se apesadumbre, ya que era un alma poco pesada en importancia.

Hay una sonrisa menos, hay unos ojos sin brillo, hay un charco de lágrimas y también hay un alma en pena más que vaga por este mundo vago para hacer feliz, hay una vaga divagación sobre miles de porqués, hay otra niña más que vagabundea afecto.

Verde, verde esperanza de que cese esta larga espera hasta el abismo desesperanzador, espero que sea rápido, muerte sin dolor y que no me haga demasiado esperar el esperpento espeluznante que con mi vida ha de acabar.

Juegos de palabras, palabras que son juegos, juegos de niños, niños que inventan juegos, juegos con la vida, la vida es un juego, jugaron con la ilusión, la ilusión perdió el juego, juego con mi melocotonero, el melocotonero conmigo no quería jugar, juegos de palabras, pero las palabras no son juegos.

Letargo de la cordura, de la sonrisa y la ilusión, no tardaran mucho en despertar de la hibernación, la primavera se acerca, con ella la flor, el amor no me abandona por frío invierno que haya entre nuestras aceras, por eso a él entregaré la primera flor de esta primavera.

El penúltimo día del tercer mes, la primera flor que de la KanELA brote, en las manos la tendrá, por ser quien lucha por mantener en conserva mi alegría. Él endulza la almendra amarga que del árbol del avellano del bosque del peral nace para ser la excepción, el antagonista del cuento de princesas, para ir contracorriente e insultar frente a frente al mundo.

Empiezo con mis desdichas, acabo con mis pasiones, porque en el mundo de mi cabeza últimamente todo son cuentos de hadas, y, ¡¡¡o se acaba bien, o aquí no se acaba nada, coño!!!