domingo, 25 de mayo de 2008

Bailemos.

Antes de dejaros el texto quiero decir algo, es una medio prosa medio poesía, es una fusión difícil de hacer y que no siempre queda bien; sin embargo, a mí me gusta hacerla, pese a que no la domino. Así que pido comprensión.
Gracias.





Tintineaban mis legañas al parpadear y no creer lo que veían.
A ritmo de Beethoven bailaban mis ideas de pura alegría.
¿Qué era aquello que me estaba regalando el nuevo día?
¿Acaso era el motivo de la felicidad tan constante en mi vida?

Un “sí” rotundo me contestó quien a la retórica responde:
“- Esto que se te presenta es a quien antes ni por asomo conoces.
Es el amor de pura cepa que a tu corazón mantiene en trote.”
Bien afortunada sea yo, era en ese momento mi punto de enfoque.

No es, ni era, posible que se me otorgara tanta felicidad.
¿Por qué a mí si tan solo soy una burda e ignorante mortal?
El viento me respondió que hasta a los humanos se les permite amar,
Es el equilibrio que mantiene la balanza para disimular tanto mal.

Quise saber con rapidez quien era el que a amarme se atrevía.
Y ante mis ojos se presentó, era él, inconfundible ladrón de espinas,
Sin pedirme permiso agarró mi corazón enharinado, ante mí lo blandía,
Su mirada sincera me predijo que él era todo cuanto yo quería…

¡Dejémonos de poesía! Solo hace estorbar a mis inconexos pensamientos.
Quiero hablar alto, claro, que mis palabras escenifiquen la obra que los latidos de mi corazón representan. No siguen los consejos del gran Stanislavski, ni ha sido escrita por mi amado Shakespeare; sin embargo, representan mayor belleza que todos los poemas de “La generación del 27”, su musicalidad y coordinación es superior a todos los conciertos de Chopin y, sobre todo, expresan mayor pasión y amor que cualquier obra de arte antes inventada, puesto que no es efímero arte lo que difunden, sino la razón del galopar acelerado de un antes moribundo corazón.

Las musas no existen, son invenciones de viejos locos que no quieren admitir a quien aman, todo combustible de la inspiración es el sentimiento, y más aún el amor irracional. Todos los grandes artistas de la historia tienen su punto en común, eran grandes y pasionales amantes, ya sea de hombres o mujeres, de animales, de patrias o de simples paisajes, pero ante todo aman. Amen como yo lo hago, es sano ejercicio para un paupérrimo corazón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hmmm me gusta. Sobretodo la idea de que todos los artistas aman. No se me había ocurrido... pero muy probablemente sea verdad, sólo si sientes eres capaz de transmitir emoción.
Será por eso que nunca un robot podrá ser artista?
Saludos! Y no deje usted nunca de escribir, o me veré moralmente obligado a obligarla!

Borja Echeverría Echeverría dijo...

Un cambio un poco brusco quizás pero me parece que no se te da tan mal como dices, de hecho el texto me ha gustado bastante, espero seguir leyendo cosas tuyas. A ver si algo de narrativa...